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--François Rabelais (circa 1534) [english]

viernes, 10 de septiembre de 2010

Dialéctica del bidet

"... Tanto tiempo perdido reflexionando, sin darme cuenta de que los enigmas más profundos del alma pueden ser resueltos tan solo con abrir el grifo del bidet"  --Juan Porras Rengel

La dialéctica del bidet: un ensayo filosófico de antropología

Juan F. Porras Rengel  /tomado de veintiuno.com

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Fuente (implacablemente copiado)

En el mes de agosto de este año la muerte se llevó a uno de los grandes humoristas e intelectuales de la Venezuela contemporánea: Juan Porras Rengel.
Jurista insigne, filósofo integral, músico, poeta, pedagogo, pero sobre todo un fino humorista en el más amplio sentido de la palabra, dejó una obra amplia en todas las áreas de la vida intelectual que transitó. Su vida fue un paso amable por el mundo porque supo despertar el aprecio de todos los que le conocieron, al igual que las sonrisas que surgían de sus maravillosas ocurrencias.
En homenaje póstumo al amigo que hoy nos deja un vacío insuperable, reproducimos alguno de sus versos tomados de LA DIALÉCTICA DEL BIDET, ese gran ensayo filosófico de antropología que en lugar de presentarse con las abstracciones habituales del estilo académico, lo hizo en forma de versos e increible humor de altura. 

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Entre todos los miedos hay pavores
que torturan al hombre y la mujer:
el síndrome del "cuerno" en los amores
y el pánico letal a envejecer
Lo cierto, amigo mío, es que no es cuento
sino cruel realidad que el "cincuentón"
cuando siente que entró en ebullición
la problemática del "añejamiento"
entra en estado de vacilación:
lucha de frente con la aparición
de las huellas que afloran con la edad
-las que en silencio le dicen con crueldad
en ese "oido interior" que no nos miente
y que por ser veraz es inclemente-
que está retrocediendo del "medioevo"
y haciendo ingreso en la "antigüedad",
y que si era antes tan liso como un huevo
-de cutis fresco como una lechuga-
lo único que tendrá ahora de "nuevo"
será un elenco de "precoces" arrugas
Se resiste a admitir, con terquedad
los estragos que vienen con la edad,
y es tal su oposición a "envejecer"
y tanto lucha, que llega hasta a creer
-víctima de la ingenuidad del autoengaño-
que mientras sus amigos se han plisado
a él sin la más mínima huella lo ha dejado
la maquinaria implacable de los años
Sabe muy bien que es ya un hombre maduro
pero dice sentirse igual de "duro"
y se rehusa aceptar ¡oh cosa vil!
que para "levantar" mengua el carburo
y no "dispara" como antes el "fusil"
Lidia, pues, con la idea de estar viejo,
y cuando orondo y presuntuoso, a diario
se ufana contemplándose al espejo,
su "distraído" Yo se hace el pendejo
frente a las huellas que deja el calendario
Son un adorno para él las canas
que con su plata brillan "a lo lejos";
no se ve los repliegues ni la "iguana"
que como el curvo sarcasmo de un pellejo
oscilante le cuelga en el mentón,
y simplemente no le da la gana
¡Oh engaño, oh benévola ilusión
con la que su alma se nutre y se oxigena!
de darse cuenta de que su melena
que orgullosa ostentaba su follaje
exhibiendo un magnífico "peinado"
-muy "moderno", burgués y retocado
que era el último grito de la moda-
semeja mucho a la postrera poda
del marchito y escuálido ramaje
de una vetusta y moribunda encina
que a duras penas su "esqueleto" empina.
Piensa, en fin, con un cierto desparpajo
-con aire despectivo, de desdén-
que sigue igual que antes "en el ajo",
que el tiempo le ha pasado por encima;
mas pese a no admitirlo, sabe bien
-aunque el poder de la ficción lo anima-
que en el fondo recóndito de su alma
late un estigma doloroso, un karma:
que ha comenzado a abandonarlo el tren;
que lo que piensa de sí es un tibio paño
pasajero que pone en sus heridas
pues la misma corriente de la vida
que fresca juventud antes le trajo
ahora de él, sin compasión, se olvida,
dejando sólo el saldo de los años:
la deplorable imagen de un cascajo
y la secuela de irreversibles daños
en la "parte de abajo".
Mas esta ambigüedad, este "minué"
en que el sujeto se mueve vacilante
dando un pasito atrás, otro adelante
-ve el envejecimiento y no lo ve-
lejos de hacerle daño al corazón
le mantiene encendido su fogón:
qué daño puede hacernos la ilusión
si tenemos conciencia de que existe
y si nuestra alma con su saldo de aliento
alberga una esperanza, un sentimiento
de ganas de vivir, que se resiste
con rebeldía, con tenacidad
al paso "presuroso" de la edad;
por esto es una inmensa tontería
eso de "envejecer con dignidad"
en vez de hacerlo con "altanería",
pues la verdad sea dicha, nada pierde
un hombre aunque esté un tanto marchito
y del modo de "entrar" poco se acuerde,
si por envidia o por gazmoñería
-u otros "productos" de humana porquería-
pretenden mancillarlo con un grito
disparándole un dardo: ¡viejo verde!
al mirarlo pasear con un "culito"
Ese temor a la ridiculez
-a un mal papel frente a los semejantes-
que suele producirnos la vejez,
precisa erradicarlo cuanto antes
pues minimiza nuestra autonomía,
baja el voltaje de las baterías
y reduce el poder de la "ilusión";
y si un consejo, amigo, puedo darte
-con experiencia y de todo corazón
para que abatas a la hipocresía
y a la envidia que llegará a rodearte
cuando ya por tu edad pises tus callos-
es algo que mi madre repetía
como una gran verdad imperecedera:
que cada quien, de frente, sin soslayo
-de forma decidida y terminante-
con el mayor derecho, y como quiera,
llevándose en los cuernos, por delante
a todos los cultores y vasallos
de la chismografía pasajera-
deberá hacer de su camisa un sayo
y de su culo una ratonera.

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