Gargantúa y Pantagruel*
* FRANÇOIS RABELAIS (1494-1553)
LIBRO 1ero, CAP. XIII
De cómo Grandgousier reconoció en la invención de un limpia-culo (Nota del traductor: Torche-cul, en el original) la maravillosa inteligencia de su hijo Gargantúa.
“Grandgoussier visitó a su hijo Gargantúa y mientras lo besaba y abrazaba, le preguntó toda suerte de cuestiones pueriles. Bebió con él y preguntó si lo habían mantenido limpio y pulcro. Gargantúa afirmó que no había en todo el país un joven que fuera tan limpio como él.
-He descubierto, dijo Gargantúa, luego de largas y minuciosas investigaciones, un modo de limpiarme el culo. Es el más noble, el mejor y el más eficaz que nadie haya visto. Primero hagamos historia: una vez yo me limpié con una bufanda de terciopelo de una dama y lo que encontré es que su dulzura me procuró una gran voluptuosidad en el fondo del agujero.
Otra vez con una caperuza de la misma dama y el resultado fue idéntico. Y otra vez con un sombrero de mujer de satén de color vivo pero, una sarta de porquerías de perlitas doradas que lo adornaban, me desollaron todo ahí atrás. ¡Que el fuego de San Antonio le queme el agujero del culo al orfebre que los hizo y a la dama que los portaba!
También lo pasé mal cuando yo me limpié con un sombrero de paja emplumado a la Suiza.
Bien, una vez que yo defequé detrás de un matorral, me encontré con un gato de marzo1, me limpié con él y sus garras me desgarraron todo el periné. Me curé a la mañana siguiente limpiándome con los guantes de mi madre bien perfumados de berga-mota2.
Después yo me limpié con salvia, con hinojo, con anís, con mejorana, pétalos de rosa, con hojas de trébol, con trozos de ladrillo, con lechuga, con hojas de espinaca. Y, en realidad, no me sirvió de nada. Me limpié con los mercuriales y las ortigas, pero yo me cagué en sangre como un Lombardo italiano, fue entonces que me sentí lastimado, y me curé limpiándome el culo con mi bragueta.
Después me limpié con paños, colchas, cortinas, carpetas, con una almohada, un tapiz de juego, con trapos, servilletas, un pañuelo, todo eso me procuró más placer que el que tienen los sarnosos cuando se los rasca.
-¿Cuál es el mejor limpia-culo, el que más te gusta?, dijo Grandgousier.
-Ya llegaré ahí, vas a encontrar enseguida la última palabra. Yo me he limpiado con el heno, la paja, la borra, con lana, con papel, pero…
Quien el culo se limpia con papeles, de la basura dejará caireles.
Escuchad lo que dicen los cagantes 3 mientras escriben textos en los muros de nuestros baños:
“Asquerosos, el fuego de San Antonio los cocinará y quemará a todos si no se limpian sus agujeros abiertos antes de partir”.
¿Y quieres un poco más?, dice Gargantúa. Aquí tienes un rondeau:
“Mientras estaba cagando el otro día, he olfateado
la imposición que mi culo reclamaba,
otro bouquet atento yo esperaba,
que fuera más hermoso y empestado.
¡Oh!, ¡si me habrá divertido
esa chica que yo atendía mientras defecaba!
Durante ese tiempo, sus dedos, mi culo de mierda han protegido”.
Decid ahora, por la mierda (Nota del traductor: en el original “par la mer Dé”, juego de palabras entre “par la merde” y “par la mėre de Dieu”), que no conozco de nada. No soy yo quien ha compuesto estos versos, pero los escuché recitar a mi abuela, y los he retenido en la bolsa de mi memoria.
-Hijo, tu estás lleno de buen sentido, pequeño buen hombre, uno de estos días te haré nombrar doctor en la Sorbona, pues eres bastante avanzado para tu edad. Proseguid con tu propósito limpiaculístico 4.
-Bueno-dice Gargantúa- ¿me pagarás una barrica de vino bretón si yo te cuento cuál es la mejor manera de limpiarse el culo? Antes que nada: no hay necesidad de limpiarse el culo si uno no tiene suciedad, y no puede haber suciedad si uno no ha cagado antes, entonces nos hace falta cagar, antes de limpiarnos el culo.
-Después -retoma Gargantúa-, me limpié con un sombrero, un tapa orejas, una pantufla, una bolsa, una panera (pero, ¡qué desagradable limpia-culo!). Entre los sombreros me limpié con algunos de fieltro, de terciopelo, de tafetán, pero los mejores sin duda alguna son los que están hechos de pelo, absorben excelentemente la materia fecal.
Después me limpié con una gallina, un gallo, un pollito, la piel de un ternero, una liebre, un pichón, un cormorán, con el saco de un abogado, con una cogulla, con una cofia.
Para concluir, yo digo y sostengo que el mejor limpia-culo, es un ganso plumoso, metiendo su cabeza entre tus piernas. Créeme, sobre mi honor, que sentirás una voluptuosidad mirífica, debido a la temperatura y la dulzura de ese plumaje que causa el calor del pajarraco, que se comunica fácilmente de la tripa al culo y de otros intestinos, hasta la región del corazón y aquellas del cerebro. Y no creas que la beatitud de los héroes y semidioses que están en los Campos Elíseos es porque tienen su asfódelo5, su ambrosía o su néctar, como dicen las viejas de por aquí. ¡Ellos tienen a mi opinión que se limpian el culo con un ganso bien plumoso!”.