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La retórica, que para todo inventa nombres innecesarios, llama datismo a este despliegue de sinónimos innecesarios, a partir de la burla contra Datis en La paz (289) de Aristófanes: “Me agrada, me alegra, me encanta”.
¿Será datismo la jactancia de que nuestra lengua tiene más palabras para decir lo mismo que cualquier otra? Jactancia absurda, porque un principio fundamental del habla es la economía. La multiplicación de sinónimos es un desperdicio y una fuente de confusiones. La riqueza del vocabulario no está en los sinónimos, sino en los distingos.
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Nunca se ha publicado un diccionario de distingos (con ese nombre), pero los diccionarios de sinónimos aparecieron como tales: para distinguir significados y hablar con exactitud. El primero se llamó La justes se de la langue françoise, ou les différentes significations des mots qui passent pour synonimes. Fue publicado por el abate Gabriel Girard en 1718 (puede leerse en Google Books). Sus recomendaciones para usar le mot juste se extienden a los insultos:
El
burro no sabe, por falta de disposición; el ignorante, por no haber
aprendido. El burro puede haber estudiado, pero sin provecho; el
ignorante no estudió. La burrada es más un defecto del espíritu en el
sujeto; la ignorancia, una deficiencia de estudio en la educación.
En ese estilo, José López de la Huerta publicó su Examen de la posibilidad de fixar la significación de los sinónimos de la lengua castellana (Viena, 1789; también en Google Books):
El
ignorante yerra por falta de principios adquiridos; el tonto por falta
de luces naturales; el necio por falta de luces o principios y sobra de
amor propio [...] Querer persuadir a un necio es cansarse en vano.
José
Justo Gómez de la Cortina, el famoso conde de la Cortina, ingeniero
militar, general, diplomático, senador, ministro de Hacienda, gobernador
del Distrito Federal, polígrafo que se carteaba con Humboldt,
Chateaubriand y Constant, miembro de número de la Academia de la
Historia, fundador de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y
honorario de la Real Academia Española, autor de numerosas
publicaciones, y mecenas tan generoso que, después de tener la mansión
del hoy llamado Parque Lira, acabó viviendo en un departamento (¡un
entresuelo!), aunque de linaje español, nació y murió en la ciudad de
México (1799-1860), donde publicó un Diccionario de sinónimos castellanos en1845. La “nueva edición, notablemente aumentada” de 1853, puede leerse en www.archive.org:
El tonto carece de entendimiento. El necio carece de ideas, como lo indica la etimología de esta voz nescire, no saber. El ignorante carece de instrucción. El mentecato carece de imaginación y discernimiento. El imbécil carece de razón.
Otro gran personaje de ambos mundos (España, Argentina y Chile), José Joaquín de Mora, preparó una Colección de sinónimos de la lengua castellana
que publicó la Real Academia Española en 1855, como primicia de una
gran obra institucional que finalmente no emprendió. Hay edición
facsímil en Visor:
La tontería consiste en lo limitado de los alcances, y
la necedad, en la viciosa disposición de la inteligencia.
El tonto comprende poco; el necio comprende mal.
Caracterizan al primero la lentitud en concebir, la dificultad en expresarse, la imprevisión y la inexperiencia;
al segundo, la confusión en las ideas, la tenacidad en el error, la propensión al sofisma.
Roque Barcia fue un escritor popular en la España del siglo XIX, de
la que tuvo que exiliarse más de una vez. Era un anarquista cristiano
cuyo primer libro (El progreso y el cristianismo, 1861) tuvo el
honor de ser quemado en público. Creía en la regeneración de la
sociedad y del lenguaje (como Confucio), y por lo mismo dedicó mucho
tiempo a los trabajos lexicográficos. En sus Sinónimos castellanos (Madrid, 1890) sigue la tradición del distingo (hay facsímil de la segunda edición en Colofón):la necedad, en la viciosa disposición de la inteligencia.
El tonto comprende poco; el necio comprende mal.
Caracterizan al primero la lentitud en concebir, la dificultad en expresarse, la imprevisión y la inexperiencia;
al segundo, la confusión en las ideas, la tenacidad en el error, la propensión al sofisma.
Tonto es el que no comprende. Necio, el que no sabe. Fatuo, el que habla sin tino [...] El tonto da pena; el necio, risa; el fatuo, enojo.
...La única innovación posterior importante, extrañamente abandonada, fue el Gran diccionario de sinónimos y antónimos (1974) de Fernando Corripio, que se reduce estrictamente a la recordación; usa el formato de párrafo, en vez de lista; multiplica extraordinariamente las inclusiones y, en vez de jerarquizarlas, las pone todas en el mismo nivel y las repite cíclicamente, aunque no mecánicamente, sino según la palabra inicial de cada párrafo. La recordación resulta así fácil y rápida. Véanse, por ejemplo, estas bonitas andanadas:
Tonto: necio,
estúpido, torpe, inepto, imbécil, idiota, sandio, simple, estólido,
estulto, bobo, mentecato, vacío, vacuo, gedeón, ganso, botarate,
fantoche, pueril, majadero, ingenuo, primo, asno, borrico, soso,
disparatado, memo, obtuso, corto, bobalicón, zote, tardo, lelo, porro,
negado, zopenco, beocio.
Necio: bobo,
tonto, estúpido, torpe, incapaz, inepto, simple, zote, zoquete, patoso,
fantoche, ganso, gedeón, vacío, vacuo, mentecato, idiota, asno, burro,
memo, majadero, soso, botarate, ñoño, alelado, aturdido, babieca,
obtuso, palurdo, papanatas, pasmarote, sandio, pasmado, badulaque,
ignorante, primo, gaznápiro, animal, bestia, negado, incompetente, nulo,
inútil, inexperto.
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