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Pues bien, alrededor de esa dupla siniestra que gobernó el país
haciendo ondear la bandera de la corrupción y cometiendo toda clase de
crímenes con absoluta impunidad, se alineó, como un enjambre de moscas
revoloteando entusiasmadas en una sentina, toda una cohorte de
periodistas, empresarios y políticos rufianescos que hasta hoy sigue
constituyendo el núcleo fuerte del fujimorismo que la hija del
encarcelado expresidente piensa llevar nuevamente al poder.
Lo peor de todo, en aquel periodo oscuro de nuestra historia
reciente, es que se afianzó en la sociedad la peligrosa idea de que los
Gobiernos son básicamente corruptos, que el hurto, la trampa y la
picaresca son las herramientas necesarias para sobrevivir y prosperar y
que, en definitiva, la definición de pragmatismo es simple: eficacia sin
escrúpulos.
No encuentro mejor ilustración de ello que lo que me ocurrió hace un
año atrás durante una corta visita que hice a Lima, cuando discutía con
un taxista sobre la situación del país a propósito de la campaña
electoral que por aquel entonces calentaba motores. Ante mis argumentos
acerca de la corrupción que supuso el Gobierno de Fujimori, el taxista,
entregado defensor de aquel nefasto presidente, admitió a regañadientes
en un momento de nuestra charla que sí, que Fujimori "había robado".
Pero luego agregó un apunte de categoría moral al parecer irrefutable:
Pero luego agregó un apunte de categoría moral al parecer irrefutable:
"Fujimori robó. Pero robó lo justo".
La laxitud moral que hay en la frase es, por desgracia, el sustrato
de fondo de quienes hablan de los logros de Fujimori olvidando los
atropellos, el desfalco, los sobornos y los asesinatos que dieron
combustión a ese motor y olvidando de paso que la falta de honradez no
es una mera cuestión romántica frente a la que la inmediatez del día a
día se impone, sino un elemento indispensable para la prosperidad y el
progreso, y que su ausencia en aras de beneficios inmediatos es una
bomba de tiempo que tarde o temprano nos estallará en la cara a todos.
No dudo, por supuesto, que haya peruanos de buena fe para quienes
Keiko Fujimori es una opción legítima, pero mucho me temo que la gran
mayoría simplemente ha optado por cerrar los ojos ante la corrupción, el
asesinato y la injusticia con el argumento de que más vale malo
conocido que bueno por conocer.
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Los medios de comunicación nostálgicos del fujimorismo han
aprovechado esta circunstancia olvidándose de mencionar que Hugo Chávez
consideraba un ejemplo al Fujimori que cerró el Congreso y despachó la
democracia en un abrir y cerrar de ojos, y que el trato entre ambos
autócratas era cordial y pleno de entendimiento. Basta recordar que fue
el Gobierno de Fujimori el que ofreció asilo político en 1992 a los
golpistas que pretendieron derrocar al presidente Carlos Andrés Pérez. Y
que Hugo Chávez concedió asimismo asilo a Vladimiro Montesinos cuando
este huyó del país, perseguido por la justicia peruana, aunque tuviera
que entregarlo después dada la magnitud del escándalo que terminó por
derrumbar al Gobierno de Fujimori, quien finalmente prefirió huir al
Japón.
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Pero hay algunos aspectos en los que es muy importante una crítica muy radical de un fenómeno representa una decadencia.
P. Una decadencia en la que incluye la corrupción
política. Para ilustrarla cita usted una anécdota vivida por el escritor
Jorge Eduardo Benavides, en Lima, cuando un taxista le dijo que votaba a
Fujimori porque “solo robó lo justo”.
R. A mí me pareció maravillosa la historia. Hay una
mentalidad ahí detrás ¿no? Un político puede robar; es más, no puede no
robar, pero lo importante es que robe no más de lo debido.
P. Y ese tipo de conductas se están extendiendo…
R. …es por el desplome de los valores, no solamente
estéticos, sino otros que antes, por lo menos de la boca para fuera,
todos respetábamos. El político ya no debe ser honrado, debe ser eficaz.
El ser honrado parece una imposibilidad connatural al oficio. Bueno, si
se llega a un pesimismo de esa naturaleza entonces estamos perdidos. Y
creo que no es verdad y yo lo digo, eso no es verdad. Pero hay una
mentalidad que identifica la política con la picardía, con la
deshonestidad. Es peligrosísimo sobre todo para el futuro de la cultura
democrática. Si vamos a pensar eso entonces la cultura democrática no
tiene sentido y a la corta o la larga va a desplomarse también.
P. Pero hay países donde hay mayor protección frente a la corrupción.
R. Por supuesto. La gran diferencia está en el mundo
de la democracia y en el mundo del autoritarismo. En democracia hay
corrupción, desde luego, lo estamos viendo todos los días. Pero
precisamente lo vemos, sale a flote, existe una justicia más o menos
independiente que puede todavía sancionar a los culpables. España es un
ejemplo. Se puede decir que hay mucha corrupción pero estamos viendo
casos de políticos importantísimos que son sentados en el banquillo de
los acusados y que son condenados por pícaros, por ladrones, por
traficantes. Bueno, esa es la gran diferencia. Eso no se ve en Cuba o
China, donde de repente te enteras de que le cortan la cabeza a un señor
porque dicen que delinquió y tenía cargos políticos. Hay diferencias. Y
dentro de las democracias también. Las más avanzadas son menos
corruptas que las más primitivas, las que son mucho más ineficientes.
Recuerdo que en los años en que viví en Inglaterra, el escándalo más
grande de corrupción fue el de un ministro de Margaret Thatcher, que no
solamente perdió su ministerio sino que fue preso y perdió prácticamente
todo su patrimonio por haber pasado un fin de semana en el Hotel Ritz
de París, pagado por un jeque árabe. O sea, una corrupción de unos
cuantos cientos o unos cuantos miles de libras esterlinas. Como
comprenderá, eso en la época de Fujimori en el Perú era lo que robaba
normalmente un pequeño alcalde. Ya no le digo los millones de millones
de millones que consiguieron Fujimori y Montesinos. La sanción social
fue muy escasa, puesto que en las últimas elecciones estuvo a punto de
subir otra vez al poder con el voto popular. Esas diferencias sí son muy
importantes. Y creo que es fundamental ser muy exigente y riguroso en
ese campo, y no pensar que por ser político se tiene derecho a robar
hasta cierto límite.
P. En las dictaduras hay evidentemente más
corrupción. Pero también se da un fenómeno inverso. Ahí es donde la
lucha de los intelectuales cobra mayor sentido. Es el caso de China con
un premio Nobel de la Paz encarcelado.
R. Absolutamente. Cuando la libertad desaparece es
cuando la libertad de pronto resulta importante. Y cuando la lucha por
la libertad se convierte en una prioridad, el intelectual, el escritor,
el poeta, el novelista, el pintor, de pronto empiezan a tener una
importancia central en esa lucha. Ese es un fenómeno que lo estamos
viendo en China, es interesantísimo, el caso de Ai Weiwei. Es una figura
que representa hoy en día el espíritu de resistencia, la voluntad de
apertura, de modernización, de democratización.
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