LOBO de CRIN o BOROCHI (Chrysocyon brachyurus)

Cánido de las pampas. Los guaraníes lo llaman aguará guasú ("zorro grande")
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A MIS LECTORAS... y al resto

“Amigos lectores que leerán este libro blog, | despójense de toda pasión | y no se escandalicen al leerlo |
no contiene mal ni corrupción; | es verdad que no encontrarán nada de perfección |
salvo en materia de reír; |
mi corazón no puede elegir otro sujeto | a la vista de la pena que los mina y los consume. |
Vale mejor tratar de reír que derramar lágrimas, | porque la risa es lo propio y noble del alma. Sean felices!
--François Rabelais (circa 1534) [english]

viernes, 20 de agosto de 2010

Cuentos negros de Cuba


Lydia Cabrera elevó las expresiones de la cultura afrocubana a la categoría de estudios serios. Foto: Cuban Heritage Collection
Lydia Cabrera elevó las expresiones de la cultura afrocubana a la categoría de estudios serios. Foto: Cuban Heritage Collection.
Lydia Cabrera (20 de mayo de 1899, La Habana - 19 de septiembre de 1991, Miami) fue una excelente portavoz de la cultura afrocubana, se convierte en una fiel rescatadora de todas las creencias y prácticas religiosas presentes en Cuba.
En su infancia no pudo ir a la escuela por problemas de enfermedad y en la casa es educada libremente por tutores. El bachillerato también transcurre en su hogar y posteriormente toma cursos de postgrado.
En 1927 viaja a París, estudia en l'École du Louvre en la que se gradúa tres años más tarde. Lydia comienza a investigar para sus escritos en 1928 y después de dos meses en Cuba regresa a París, y comienza a escribir cuentos negros, que aparecen publicados en Cahiers du Sud, Revue de Paris, y Les Nouvelles Littéraires. Estos son traducidos al francés, y la editoral Gallimard los publica en París, en 1936, bajo el nombre de Contes nègres de Cuba. En 1940, se publica a primera edición en español de Cuentos negros de Cuba.
Por su dedicación a su trabajo se ganó la confianza de los afrocubanos, lo que le permitió en 1950 recorrer todo el país y recopilar mucha información sobre rituales y mitos que eran conocidos por pocos, pues eran guardados como un gran tesoro por los ancianos negros. Todo esto contribuyó a lograr obras extraordinarios patrimonios de la literatura. Su libro "El Monte" es considerado por muchos una obra maestra, una especie de Biblia de las religiones afrocubanas, en el cual según su propia autora su mérito radica en que son los mismos negros de cuba los que hacen este libro, sin mediar el filtro cientificista que pudo haber puesto la autora, es un libro desde los mismos negros, quizás en ello radique su importancia, la estructura a decir verdad es un poco regada, pero sin dudas es un viaje por las costumbres más arraigadas del pueblo cubano.
Sus relatos abordan diversos temas: el origen del universo africano, animales personificados, los dioses africanos, los animales y las plantas, su destino y quehacer en la vida.
Lydia Cabrera muere el 19 de septiembre de 1991, a los noventa y dos años de edad.
Ante Cuentos negros de Cuba el lector puede albergar dudas y preguntarse si son obra de escritora o recopilación de folclorista. Ahí es donde, a mi juicio, cumple muy bien esa condición de libro peculiar y sui generis señalada por Carpentier. Los cuentos de Lydia Cabrera oscilan entre la literatura de creación y la investigación pura. Participan de ambas, pero no se inscriben rigurosamente en ninguna de las dos. Guillermo Cabrera Infante acuñó el término antropoesía para definir la mezcla de antropología y poesía con que Lydia Cabrera recobró las leyendas hechas religión traídas con la esclavitud a Cuba.
Esos relatos y leyendas le llegaron en su forma original, otras adulterados y enriquecidos con elementos incorporados en Cuba. Al reescribirlos, trató de no desvirtuarlos ni traicionar a sus anónimos informantes, pero los recreó y rehízo a su manera, imprimiéndoles su personalidad. Su labor sobrepasa así el mero ejercicio de literatura oral o de investigación etnológica y eso se materializa en unos cuentos muy distintos a los recogidos por ella. Basta compararlos, por ejemplos, con los que Rómulo Lachatañeré recopiló en 1938 en ¡Oh, mío Yemayá!, en los cuales no hallamos el nivel de elaboración formal que poseen los de Lydia Cabrera.
“La primera noche, la luna apareció como un pelo.// Luego, como el filo de una hoz transparente; luego, como una tajada de melón de Castilla chorreando su almíbar; luego… como la rueda de un molino; y al fin se desprendió y cayó en el boquerón de la noche, donde el Escondido Siempre, que nadie ha visto -el que está en el fondo de lo que no tiene fondo- machaca con una piedra las lunas viejas, para hacer estrellas, mientras viene otra luna nueva”. A través de ese fragmento, que pertenece al inicio de uno de los textos de Cuentos negros de Cuba, resulta fácil advertir que Lydia Cabrera no se limitó a transcribir las narraciones orales recogidas por ella. En las veintidós narraciones que integran el libro hay abundantes muestras de sensibilidad poética, inteligencia y riqueza imaginativa, que denotan el singular talento de la escritora. Hay asimismo ramalazos de un humor picaresco y malicioso, que años más tarde se explayará a plenitud en dos libros deliciosos, Ayapá: Cuentos de Jicotea (1971) y Cuentos para adultos niños y retrasados mentales (1983).

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