LA FLOR DEL AMOR
Con la llegada del día de los enamorados es frecuente regalar una rosa o una orquídea a la persona amada, pero por qué no un ramo de mirto, una flor vinculada con el amor, el nacimiento y la resurrección en el mundo antiguo que, además, estaba consagrada a Venus, diosa del amor, como nos comenta Plutarco, Q R, 20.
Con el nombre latino de Myrtus communis conocían los romanos al mirto que era llamado así por los griegos por su fragancia.
Ya Teofrasto, VI, 8-5 nos dice que los mirtos “son admirables por su fragancia” y cataloga a los de Egipto como los más bellos y aromáticos.
Isidoro de Sevilla, XVII, 7,50 explica su etimología de la palabra “mare” por ser un árbol de litoral. De ahí que diga Virgilio en Geórgicas 2, 112: “los litorales, abundantísimos en mirtos” y en Geórgicas 4, 124: “los mirtos amantes de los litorales”. Este es el motivo por el que los griegos lo denominan myrine. Los libros de medicina enseñan que este árbol es apropiado a numerosas necesidades de las mujeres".
Servio comentando el verso de Virgilio “solido Paphiae de robore myrtus” afirma que “el mirto está consagrado a la diosa Venus o porque el árbol encuentra un terreno apto en el litoral y Venus nació de las aguas, o porque, como indican los libros de medicina, este árbol es muy útil para muchísimas necesidades de las mujeres”
El mirto era cultivado en la antigüedad para uso medicinal por sus virtudes beneficiosas para los problemas de vejiga, por ser diurético y para las mordeduras de animales como la tarántula y el alacrán.
Así Dioscórides I, 112 nos recomienda su uso de diferentes maneras: “su zumo es amigo del estómago, con vino para las picaduras de tarántulas, su fruto, cocido con vino y como emplasto, para las llagas de las extremidades. Alivia las inflamaciones de los ojos, si se aplica en forma de cataplasma con flor de harina de cebada y es muy eficaz para las fístulas lagrimales […] los baños de asiento con la decocción de sus hojas son muy convenientes, además de ayudar contra las articulaciones relajadas […] Las hojas se pueden utilizar solas para las llagas y humores; con aceite onfacino o aceite rosado y vino, contra herpes e inflamaciones de los testículos y úlceras. Secas, majadas, se aplican en polvo para las excrecencias de la carúncula lagrimal o sobacos e inglés con exceso de sudor. Quemadas y crudas, con cerato, curan las quemaduras con fuego".
A su vez, nos habla del vino que se extrae del fruto exprimido y ya cocido, muy eficaz “para evitar la embriaguez, si se bebe antes de consumir otro vino, además de ser un gran remedio para los desplazamientos de matriz y de ano y para las que padecen flujo”.
Su uso en cosmética es comentado por Dioscórides pues “la decocción del fruto tiñe los cabellos, los ennegrece cuando se frota con su jugo y detiene la caída de los mismos”
Para saber cómo era el cultivo del mirto podemos acudir a Teofrasto que a lo largo de su libro Hª de las plantas nombra al mirto. Así leemos que “es de hoja persistente” (I, 9, 3), “con hojas estrechas" (I, 10, 4). "Su fruto se encuentra situada sobre el fruto" (I, 13, 3), "su fruto se encuentra en las ramas del año anterior" (I, 14, 1) con respecto a su sabor, "el mirto es parecido al vino" (I, 12, 1). "Se reproduce a partir de trozos de madera y de trozos tomados del pie" (II, 1,4). "El mirto mejora si se multiplica con semillas" (II,2,6). "El mirto se multiplica cuando el tronco se corta y se planta hacia abajo, a su vez los trozos cortados no deben tener menos de un palmo de longitud y deben tener corteza. De estos trozos salen renuevos y, una vez ya salidos, se debería amontonar tierra a su alrededor hasta que el árbol se haga vigoroso. Para plantarlos se deben apiñar a una distancia que no exceda de nueve pies” (II, 5,5- 6). "Según Androción el mirto y el olivo necesitan una poda más generosa que el resto de los árboles, porque cuanto menos ramaje se deje, retoña más vigorosamente y produce fruto más abundante. Además dice que necesitan estiércol muy acre, riego abundantísimo y enérgica poda, porque esto no comporta para el árbol ni pudrimiento ni ninguna otra enfermedad bajo el suelo. El mirto es muy longevo y se hace muy vigoroso” (II7, 2-3). “si no se poda, retorna a su naturaleza arbustiva” (I, 3, 3). "El mirto inicia su crecimiento en la punta de los vástagos y brotes laterales" (III, 6,2). “Son propios y prosperan en los terrenos fríos, pero el mirto no existe en el monte Olimpo, sí en la Propóntide” (IV 5, 3-4). “También es abundante en las tierras bajas, donde sus habitantes cortan maderas de igual longitud que la que tiene el madero que se aplica a la parte inferior de la quilla de las naves etruscas. La región llamada Circea, de Circe, es abundante en mirtos. Dicen que allí habitó Circe y enseñan la tumba de Elpenor, compañero de Ulises de donde brotan mirtos como los que se usan en la confección de guirnaldas”. (V, 8,3).
Como hemos visto era muy utilizado para hacer guirnaldas en los banquetes: “excelentes las secas para hacer coronas” (Ateneo, III, 75 c y XV 682 c), para las coronas que los héroes mostraban en la ovatio y para los ganadores de los juegos, además se ofrendaba a los muertos, además las recién casadas romanas lucían una corona hecha de mirto y flores de azahar (símbolo de amor, virginidad y fidelidad), aunque en un principio, era normal el uso de la mejorana y la verbena.
Sabemos que alrededor de los templos dedicados a la diosa del amor se plantaban pequeños bosques de mirto para conmemorar la guirnalda de mirtos que Paris llevaba en su cabeza cuando le entregó la Manzana de Oro por su hermosura.
Además del uso medicinal y aromático, podían ser utilizadas en la cocina. Sus bayas se tostaban y se tomaban como postre: “Como postres nos sirvieron bayas de mirto, un pastel, almendras,…” (Ateneo, II, 52 f)
E incluso, se masticaban como divertimento: “Lo primero de todo quiero bayas de mirto sobre la mesa, para masticarlas cuando haya que deliberar algo” (Ateneo, III, 75 c). Además durante un tiempo fueron el sustituto de la pimienta principalmente para cocinar el jabalí (Plinio, XV, 118)
También se empleaban para alimentar a las tórtolas para evitar que se harten como nos indica Paladio, I 26,2, eran consumidas por los humanos.
Veamos los usos culinarios que encontramos del mirto:
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