LOBO de CRIN o BOROCHI (Chrysocyon brachyurus)

Cánido de las pampas. Los guaraníes lo llaman aguará guasú ("zorro grande")
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A MIS LECTORAS... y al resto

“Amigos lectores que leerán este libro blog, | despójense de toda pasión | y no se escandalicen al leerlo |
no contiene mal ni corrupción; | es verdad que no encontrarán nada de perfección |
salvo en materia de reír; |
mi corazón no puede elegir otro sujeto | a la vista de la pena que los mina y los consume. |
Vale mejor tratar de reír que derramar lágrimas, | porque la risa es lo propio y noble del alma. Sean felices!
--François Rabelais (circa 1534) [english]

lunes, 11 de abril de 2011

Caridad Canelón sobre la mujer estándar

Fuente
-En “¿Quién necesita qué?” interpretas a una mujer víctima del desprecio de su pareja y la rutina del hogar… ¿Te ha tocado a ti en lo personal vivir situaciones similares?
-Gracias a Dios, no he pasado, ni quiero pasar, por esa experiencia.
-¿Qué es lo más te nutre como actriz de este monólogo?
-Aunque suene a lugar común, me nutre el contacto directo con el público y su respuesta inmediata. Esa energía que se produce entre el público y yo desde el mismo momento en que se abre el telón y se encienden las luces. No hay nada más gratificante para un actor, que sentir al público reaccionar ante lo que está diciendo. Esas primeras risas, si estás haciendo una comedia; o lágrimas, si es drama, ese aplauso espontáneo ante una frase, son nutrientes que me ayudan a crecer y a agradecer a quienes vieron en mí cualidades para ser actriz.
-¿Por qué, pese a los avances evidentes de la mujer en su desempeño en la sociedad, sigue siendo objeto de discriminación y abuso doméstico?
-En nuestro país, es un problema cultural, de educación. Tenemos una cultura machista fomentada por las mismas mujeres. Es increíble que hoy en día haya hombres que jamás en su vida han limpiado un piso, tendido una cama, cocinado o hecho mercado. Hombres que consideran que esas labores no son propias de un macho; o que no lloran, al menos en público, porque eso no es de hombres; o que ellos “no nacieron ese día”.
-Y con las mujeres es totalmente diferente…
-A las mujeres se les forma para ser la perfecta ama de casa y para aguantar y complacer a todo el mundo. En nuestra sociedad algunas mujeres no saben vivir sin un hombre al lado. Su autoestima es tan baja, que cuando tienen un hombre, le permiten que las humille, las maltrate verbal y físicamente, las engañe, etc; todo, con tal que no se vaya y las deje solas. La mayoría de estas mujeres conocen un hombre, se enamoran e inmediatamente se embarazan, porque creen que con el muchacho lo amarran, y no se dan cuenta del daño que se hacen ellas mismas y a sus hijos.
-Descríbenos tu personaje en el monólogo...
-Es una de estas mujeres, que se escuda tras los hijos y el temor a perderlos para justificar el hecho de quedarse allí aguantando el maltrato, cuando en realidad lo que le pasa es que tiene un inmenso miedo a seguir sola en la vida.
-¿Crees eso de que la mujer lleva la fidelidad en sus genes, mientras el hombre es infiel por naturaleza?
-La verdad es que no me atrevo a asegurar eso. Yo insisto en que la educación, la formación en la casa, la enseñanza de valores y principios, hacen la diferencia. A los hombres se les dice desde chiquitos que pueden tener todas las mujeres que quieran, mientras que a la mujer se le enseña que tener muchos novios antes de casarse está mal visto, y ni hablar de tener una relación fuera del matrimonio.
-Aparte del contacto directo con el público y la respuesta inmediata de éste, qué otro elemento rescatas del teatro con relación a la labor actoral?
-El tiempo que tiene el actor para construir el personaje. En la televisión no hay tiempo para grandes charlas con el director o el autor acerca del personaje. Algunas veces te toca grabar escenas de un capítulo que te entregaron una hora antes, entonces no te queda más que aplicar todos tus recursos como actor para darle vida y hacerlo creíble al público. En cambio, en el teatro uno conoce al personaje al leer la obra. Sabes de donde viene, porqué está allí, y sabes para donde va. Luego, con el trabajo de mesa, los ensayos y de la mano del director, vas sacándolo del papel y empiezas a construirlo, a darle vida.
-¿Cómo ha sido tu experiencia de trabajar bajo la dirección de Héctor Manrique?
-Siento una gran admiración por Héctor. Es un director exigente, pero también generoso. Me dirigió por primera vez en “Monólogos de la vagina” y desde allí mi admiración y respeto por él han crecido. Te acompaña en el proceso creativo y siempre está abierto a tus propuestas. Por eso, cuando me invitó a hacer este monólogo, le dije inmediatamente que sí.
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