Los cuentos de mi padre
Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:
-Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa
y ven a acostarte conmigo.
Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama
y quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de dormir.
Ella le dijo:
-Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!
-Es para abrazarte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!
-Es para correr mejor, hija mía.
Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!
-Es para oírte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué ojos tan grandes tiene!
-Es para verte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!
-¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.”
Moraleja
Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.
Nota lobuna:
Pero, nenas mojigatas, arriesgadas, curiosas, creidillas y tontillas,
que cada una sepa:
Pero, nenas mojigatas, arriesgadas, curiosas, creidillas y tontillas,
que cada una sepa:
«Sal al bosque, sal enseguida.
Si no sales al bosque, jamás ocurrirá naday tu vida jamás empezará.Sal al bosque, sal enseguida»
Leitmotiv de un poema en prosa publicado por Clarissa Pinkola Estés en 1970
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