En 1613 , con la aparición de las Novelas Ejemplares, Cervantes aportaba su magistral granito de arena a esta literatura de la sífilis, concretamente con el brevísimo relato titulado El casamiento engañoso, que sirve de marco al complejo Coloquio de los perros. El protagonista de la primera novela, el alférez Campuzano, se presenta al comienzo de la misma como uno que apenas saliera de purgar los efectos del mal francés:
Salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y amarillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado en veinte días todo el humor que quizá granjeó en una hora. Iba haciendo pinitos y dando traspiés, como convaleciente.
A la pregunta de un viejo amigo que, al encontrarle, se sorprende de su aspecto desmejorado, Campuzano relata:
No tengo que decir sino que salgo de aquel hospital, de sudar catorce cargas de bubas que me echó a cuestas una mujer [...]. De mi casamiento saqué tantos [dolores] en el cuerpo y en el alma, que los del cuerpo, para entretenerlos, me cuestan cuarenta sudores, y los del alma no hallo remedio para aliviarlos siquiera 11
Si continuamos esta sucinta cronología, dedicada a la aparición de un motivo que se asocia íntimamente a un entorno degradado o picaresco, la presencia literaria de la sífilis por tierras hispanas alcanza una de sus más excelsas cimas con dos romances quevedescos, el conocido Tomando estaba sudores (cuyo epígrafe especifica: «Cura una moza en Antón Martín la tela que mantuvo») y la continuación del mismo, A Marica la
Chupona (cuyo encabezamiento reza: «Segunda parte de Marica en el Hospital y primera en lo ingenioso»)12
Las chanzas del creador del Buscón van referidas a una prostituta de baja estofa (la aludida Marica) y se construyen sobre agudas variaciones conceptistas en torno a la enfermedad venérea y sus efectos; como señala Ignacio Arellano la sífilis «era, con la gota, una de las enfermedades alegres en el sistema carnavalesco, productos del placer sexual y de la gula; en la poesía de Quevedo la atención minuciosa a los detalles de la destrucción corporal le confiere un característico tono ambiguo, rasgo definitorio de lo grotesco»13
La sífilis se convierte en la pluma quevedesca en el «mezo il più adeguato per distruggere il corpo della donna, castigo esemplare del peccato che si commette con la seduzione del corpo» .
Salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y amarillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado en veinte días todo el humor que quizá granjeó en una hora. Iba haciendo pinitos y dando traspiés, como convaleciente.
A la pregunta de un viejo amigo que, al encontrarle, se sorprende de su aspecto desmejorado, Campuzano relata:
No tengo que decir sino que salgo de aquel hospital, de sudar catorce cargas de bubas que me echó a cuestas una mujer [...]. De mi casamiento saqué tantos [dolores] en el cuerpo y en el alma, que los del cuerpo, para entretenerlos, me cuestan cuarenta sudores, y los del alma no hallo remedio para aliviarlos siquiera 11
Si continuamos esta sucinta cronología, dedicada a la aparición de un motivo que se asocia íntimamente a un entorno degradado o picaresco, la presencia literaria de la sífilis por tierras hispanas alcanza una de sus más excelsas cimas con dos romances quevedescos, el conocido Tomando estaba sudores (cuyo epígrafe especifica: «Cura una moza en Antón Martín la tela que mantuvo») y la continuación del mismo, A Marica la
Chupona (cuyo encabezamiento reza: «Segunda parte de Marica en el Hospital y primera en lo ingenioso»)12
Las chanzas del creador del Buscón van referidas a una prostituta de baja estofa (la aludida Marica) y se construyen sobre agudas variaciones conceptistas en torno a la enfermedad venérea y sus efectos; como señala Ignacio Arellano la sífilis «era, con la gota, una de las enfermedades alegres en el sistema carnavalesco, productos del placer sexual y de la gula; en la poesía de Quevedo la atención minuciosa a los detalles de la destrucción corporal le confiere un característico tono ambiguo, rasgo definitorio de lo grotesco»13
La sífilis se convierte en la pluma quevedesca en el «mezo il più adeguato per distruggere il corpo della donna, castigo esemplare del peccato che si commette con la seduzione del corpo» .
Según dicha línea interpretativa, los romances consagrados a la bubosa Marica revelan «il perverso piacere che Quevedo sente in una operazione che lacera, disgrega, reifica il corpo della donna»14
Esta veta de lo bajo corporal , que se imposta sobre el barroco lenguaje de la agudeza, aparece asimismo en las composiciones de Anastasio Pantaleón, donde lo grotesco aparece asociado con un peculiar discurso autobiográfico. Estimamos, por todo ello, important e que los octosílabos pantaleoninos sean leídos a la luz de sus equivalentes literarios itálicos, donde se unía ya en patética mixtura la forma de lo jocoso con el trasfondo biográfico de lo maldito.
S O B R E L A F A M A D E U N P O E T A L I B E R T I N O :
D I N T O R N O S P A R A U N C I C L O P O É T I C O
Cuando, en 1630 , apenas transcurrido un año de la muerte de Pantaleón de Ribera, Lope de Vega incluía en el Laurel de Apolo algunas referencias crípticas al malogrado poeta madrileño, los filos de la ironía parecían brillar más que los resabios piadosos hacia el recién difunto1S: Las afirmaciones del Fénix eran las siguientes:
Esta veta de lo bajo corporal , que se imposta sobre el barroco lenguaje de la agudeza, aparece asimismo en las composiciones de Anastasio Pantaleón, donde lo grotesco aparece asociado con un peculiar discurso autobiográfico. Estimamos, por todo ello, important e que los octosílabos pantaleoninos sean leídos a la luz de sus equivalentes literarios itálicos, donde se unía ya en patética mixtura la forma de lo jocoso con el trasfondo biográfico de lo maldito.
S O B R E L A F A M A D E U N P O E T A L I B E R T I N O :
D I N T O R N O S P A R A U N C I C L O P O É T I C O
Cuando, en 1630 , apenas transcurrido un año de la muerte de Pantaleón de Ribera, Lope de Vega incluía en el Laurel de Apolo algunas referencias crípticas al malogrado poeta madrileño, los filos de la ironía parecían brillar más que los resabios piadosos hacia el recién difunto1S: Las afirmaciones del Fénix eran las siguientes:
Para pintar las partes de Anastasio
será corto pincel el de Parrasio,
y pues ya tienes de él tantas premisas
más vale que se queden indecisas.
Apresuró sus días malcontento
de que no ejecutó su entendimiento.
11 Cervantes, Novelas ejemplares, vol. III, pp. 221 y 222.
será corto pincel el de Parrasio,
y pues ya tienes de él tantas premisas
más vale que se queden indecisas.
Apresuró sus días malcontento
de que no ejecutó su entendimiento.
11 Cervantes, Novelas ejemplares, vol. III, pp. 221 y 222.
12 R. Morales Raya (1993, p. 142) fecha el primer romance entre 1612 y 1628; el segundo es datado únicamente como posterior a 1612.
13 Véase Quevedo, Un Heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, pp. 442-450 (tomo la cita de la p. 447) . Otra interesante pieza quevedesca es el «romance burlesco en que dice la novedad de pasar de empeños humildes y desnudos a ejecuciones de más gala» (ed. Blecua, 795) , donde la enunciación poética presenta un tipo de discurso personalizado y el «doctor» aparece como interlocutor explícito de las afirmaciones. Pueden subrayarse así confesiones del tipo: «de mi triste vida / te doy una larga cuenta» (vv. 15-16) ; o la referencia probable al mal francés: «un ahito de fregonas, / digo, de damas de cerda, / me tiene, amigo doctor, I entrambos pies en la huesa» (vv. 17-20) .
14 "Profeti, 1984, pp. 161-162.
15 Las tensas relaciones entre el poeta y el dramaturgo han sido parcialmente estudiadas por Brown, 1980, pp. 21-30
13 Véase Quevedo, Un Heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, pp. 442-450 (tomo la cita de la p. 447) . Otra interesante pieza quevedesca es el «romance burlesco en que dice la novedad de pasar de empeños humildes y desnudos a ejecuciones de más gala» (ed. Blecua, 795) , donde la enunciación poética presenta un tipo de discurso personalizado y el «doctor» aparece como interlocutor explícito de las afirmaciones. Pueden subrayarse así confesiones del tipo: «de mi triste vida / te doy una larga cuenta» (vv. 15-16) ; o la referencia probable al mal francés: «un ahito de fregonas, / digo, de damas de cerda, / me tiene, amigo doctor, I entrambos pies en la huesa» (vv. 17-20) .
14 "Profeti, 1984, pp. 161-162.
15 Las tensas relaciones entre el poeta y el dramaturgo han sido parcialmente estudiadas por Brown, 1980, pp. 21-30
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