LOBO de CRIN o BOROCHI (Chrysocyon brachyurus)

Cánido de las pampas. Los guaraníes lo llaman aguará guasú ("zorro grande")
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A MIS LECTORAS... y al resto

“Amigos lectores que leerán este libro blog, | despójense de toda pasión | y no se escandalicen al leerlo |
no contiene mal ni corrupción; | es verdad que no encontrarán nada de perfección |
salvo en materia de reír; |
mi corazón no puede elegir otro sujeto | a la vista de la pena que los mina y los consume. |
Vale mejor tratar de reír que derramar lágrimas, | porque la risa es lo propio y noble del alma. Sean felices!
--François Rabelais (circa 1534) [english]

martes, 18 de enero de 2011

Los mata-bubas

Fuente
El romance al que nos vamos a referir a continuación entra de lleno en el discurso satírico contra los profesionales de la medicina y, pese a que no haga muchas referencias explícitas a las dolencias propias del morbo gallico, estimo que se puede comprender mejor a la luz de textos como los anteriores:
A un médico francés, que vino a España a curar potras, 
hecho a petición de un caballero del hábito de Santiago 
y caballerizo del Rey nuestro señor
Este romance se hizo
para aquel joven por ley
que de Santiago y del Rey
es caballero y llerizo.
Francés cirujano que,
más avariento que docto,
convertir en pan procuras
las piedras, como el demonio,
vade retro, y no tu estuche 5
dé a las vidas más asombro,
ni para matar sin pena
busques pretextos al odio.
Di, si eres químico acaso,
por qué las piedras de todos 10
parecen filosofales,
pues haces con ellas oro.
¿Qué importan tus diligencias
si es la vida un breve soplo?
Para nacer fuimos hombres 15
y para morir lo somos.
¡Qué poco la ciencia alcanza!
Pues que de durar no hay modo,
su fin tiene cada aliento,
y cada vida su coto. 20
Veniste a España teniendo
las pragmáticas en poco,
cuando un abridor en ella
es pedir peras al olmo.
Y en vez de haber hecho en ti 25
un castigo riguroso
por abridor de cuchilla,
ya que no de molde gordo,
aun los alcaldes te pagan
el arte facineroso, 30
siendo relajar las leyes
en ti solamente logro.
Toma oficio y adereza
las valonas y los bobos,
ponte a engomar las orinas 35
y a almidonar los encordios;
no porque sepas abrir
lechuguilla ha de ser todo,
que aun en las ingles se veda
la arandela y tente mozo. 40
O, pues de abridor presumes,
abre, si sabes, el ojo,
que te meterá un esbirro
en un par de calabozos.
Guárdate de los muchachos, 45
que armados ya del apodo
mal francés te llaman unos
y bubas te llaman otros.
Sácale la piedra a Hita,
gabacho, si sabes cómo, 50
y tendrás nombre en España
de opinado y de famoso.
Pero si acaso pretendes
sacárnoslas a nosotros,
vete al rollo, que cualquiera 55
tiene su piedra en el rollo.
Que aunque ahora me naciese,
si no de miedo, de ahorro,
por no verme entre tus manos,
me hiciera con ella momo. 60
Tú no has de curarme, en fin,
aunque oculte prodigioso
mi pulgarejo un peñasco
y mi entresijo un escollo.
Y porque digas en Francia 65
que el escolar del antojo
te tuvo por embustero
sin sacarle mentiroso,
no han de abrirme tus estudios
de par en par, que me pongo 70
un candado y dos armellas
en las ingles, como bobo. 
y ganzúa de meollos,  80
Cerrado estoy de campiña
y menos la piedra a lodo,
pestillo traigo en la panza
y en la vejiga cerrojo.
75
que he de abrirte la cabeza,
porque tengas en el moño,
como el bezar la virtud
y la luz como el piropo.
Y ¡vive Dios! Si te tiro
un guijarro que redondo
es llave de comisuras
Súbete en un platicante,
pues tienes dos de retorno,
y si te fueres a Francia,
allá vas, cómante lobos.
85
Esta curiosa pieza, escrita por encargo de uno de los caballerizos del rey, se inserta de lleno —como se ha dicho— en la modalidad de la sátira contra médicos. Dada la importancia de este tipo de figura vejada y observando, además, la tipología externa de los chistes que aparecen recurrentemente en el poema, me parece apropiado insertar dicho texto en el cancionerillo de la sífilis. A este propósito, no estará de más recordar que una de las afecciones causadas por el mal francés eran las temidas gomas o piedras («tumores esféricos o globulosos que se desarrollan en los huesos o en el espesor de ciertos órganos como el cerebro, el hígado, etc. , y es de ordinario de origen sifilítico», DRAE) y que el tratamiento de las mismas era confiado a cirujanos especializados en sajarlas. Debido a todo ello, la nacionalidad del médico y la función concreta que éste desempeña en su campo parece propiciar la elaboración del entramado humorístico del poema según el canon de la tópica burlesca de la sífilis. Una vez constatada esta particularidad, podemos apreciar que —lógicamente— el romance se articula en torno a dos ejes isotópicos marcados por el origen francés del cirujano y por la especialidad a la que se dedica (la extracción de piedras o cálculos) . La nacionalidad del personaje satirizado lo convierte en un blanco fácil para ciertas pullas construidas sobre el gentilicio mismo, en clara alusión a la sífilis («mal francés te llaman unos, / bubas te llaman otros») , al tiempo que permite al escritor aludir a la legislación que regulaba la llegada de emigrantes que procedían de un país casi en lucha constante con España («Viniste a España, teniendo / las pragmáticas en poco») . El segundo haz de isotopía
acumula referencias al Nuevo Testamento (Mt . 4, 3-4: el diablo tienta a Cristo en el desierto y trata de hacer que éste transforme las piedras en panes) , a una disciplina esotérica como la alquimia (el cirujano ha encontrado la milagrosa piedra filosofal, al hacerse de or o extrayendo las piedras de los pacientes) , o a la toponimia ibérica (Piedrahíta). En este segundo nudo de conceptos que se construyen en torno al lexema
piedra se incluyen además la desarticulación de modismos o frases hechas («tener la piedra en el rollo») , el empleo jocoso del lenguaje eclesiástico (vade retro) y las alusiones a la tradición paradoxográfica (el poeta amenaza con descalabrar al cirujano de una pedrada, si éste se le acerca; dicha herida en la cabeza del físico descubriría que éste escondía allí la legendaria piedra bezahar o el precioso piropo). En definitiva, bajo la
corteza conceptista de sabor quevedesco, el presente romanc e no escatima ninguno de los lugares comunes de la caricatura del médico, tan habitual en el Siglo de Oro. Desde su exterior solemne (muía, barba, guantes, sortija, lacayo) hasta su carácter peligroso (en el que la codicia va de la mano de la condición letal), la estampa remite a un paradigma jocoso ya tradicional .

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